El viejo dicho de que «nunca llueve a gusto de todos» cobra doble sentido este otoño en la provincia ourensana. Aunque aquellos que viven en los núcleos más urbanitas estén más que encantados de esta prolongación del tiempo veraniego, en el rural la preocupación va en aumento. Primero se temió por la uva y ahora el problema de los agricultores ourensanos está en los castaños.